Fotorejuvenecimiento
El envejecimiento extrínseco, también llamado fotoenvejecimiento, se produce por
varios factores, como la exposición a la radiación ultravioleta con un bajo factor de
protección, factores genéticos, edad, hábitos de vida, etc. Respecto a los fenómenos
histológicos, la epidermis sufre alteraciones como la hiperqueratosis, melanocitos en
mayor número y se observa el achatamiento de la junción dermoepidérmica. En la
dermis, hay una ancha faja de material eosinófilo, llamada Zona Grenz, presencia de
material elástico formando masas amorfas basófilas, que corresponde a la acumulación
de fibras elásticas. Los fibroblastos permanecen en un número reducido, y las fibras
colágenas finas, visiblemente exhiben alteraciones de tejido con textura áspera del
tejido, alteraciones de pigmentación y pérdidas de la elasticidad, sabiendo también que
el envejecimiento del tejido se produce en parte por la degradación del colágeno.
Al realizarse la aplicación de la luz pulsada sobre la piel, se provoca un daño térmico
reversible, basado en la absorción selectiva de la luz por la hemoglobina, induciendo el
aumento del colágeno dérmico. La mejora en la apariencia de la piel se debe al cambio
de la estructura del colágeno y del estímulo de la neocolagénesis. La energía también
estimula directamente a los fibroblastos para producir más colágeno.
El tratamiento se concluirá cuando se haya obtenido un color uniforme, con una mejora
en el aspecto de la piel (BORGES, 2010; PATRIOTA, 2011).
En un estudio realizado por Patriota et al., con 26 voluntarias, de edades entre 40 y 65
años, para el rejuvenecimiento facial, se reveló un aumento intenso y significativo en la
evaluación histopatológica del 51,33% (p<0,05) de las fibras colágenas y del 44,13% de
las fibras elásticas (p<0,05). Se observó también que estas fibras colágenas y elásticas
neoformadas mostraron una distribución uniforme, siguiendo un eje paralelo a la
superficie de la epidermis, involucrando, no solo a la dermis reticular superficial y media
sino también a la profunda. Las voluntarias fueron sometidas a 5 sesiones, con
longitudes de onda entre 420 a 1100nm, una duración de pulso de 10 milisegundos, con
un pulso único y una energía de 20 J/cm².
Otro estudio realizado por Anderson et al., con 20 voluntarias, de edades entre 15 a 66
años, para el tratamiento de rejuvenecimiento facial, con clientas que presentaban
arrugas, discromías, telangiectasias y rosáceas, evidenció que, con el uso de la luz
pulsada, se produjo un aumento significativo de los fibroblastos y la despigmentación
del tejido. Se utilizaron tres aplicaciones con longitudes de onda de 530 nm y 750 nm,
con una fluidez de 10J/cm² a 19 J/cm².